Era uno de los recuerdos más queridos de mi madre, un reloj Ebel que mi padre le había regalado por un aniversario. Salvo casos muy excepcionales nunca se lo quitó, era uno de los recuerdos, junto al anillo, que siempre llevaba consigo. Era la forma de tener presente a su marido que murió demasiado joven. Así que cuando mi madre también se fue no dudó en dármelo y en pedirme que lo cuidara y que, salvo necesidad, no le vendiera.
Y, por supuesto, he cumplido su petición, incluso llevándolo puesto durante años, hasta que un día me di un golpe accidental y dejó de funcionar correctamente. Fue así como busqué Relojes Ebel Vigo para ver si había forma de arreglarlo. Y no es fácil hoy en día tratar con relojes clásicos porque se trata de un negocio que no ha vivido la mejor época en los últimos tiempos.
Ya conocemos cómo el móvil ha venido a sustituir al reloj a nivel práctico. Es decir, hasta la aparición de los móviles, no teníamos forma de saber la hora salvo llevando un reloj o preguntando. Y tengo que decir que yo “sobreviví” mucho tiempo sin reloj y me las apañaba bastante bien. Pero una vez que llegó el móvil, lo cierto es que me acostumbré a saber la hora mirando. Hasta ese momento había desarrollado una especie de “reloj mental” que me decía de forma muy certera qué hora era. Ahora ya he perdido mi don porque tengo la hora siempre a mano en el móvil… y en mi reloj Ebel, hasta que se estropeó.
Como se trataba de una pieza muy delicada con mucho valor sentimental busqué bien hasta dar con un especialista en Relojes Ebel Vigo que tuviera experiencia en el arreglo de relojes clásicos y de esta marca. No tardaron en encontrar el motivo del problema y me pasaron un presupuesto. Desde luego que no es barato arreglar un reloj clásico, pero yo quería que siguiera cumpliendo su función más allá de tenerlo guardado en un cajón como recuerdo. Porque a este reloj todavía le queda mucha vida… hasta que yo se lo pueda dar a mi hija.