El cacao es un superalimento obtenido del grano entero del cacaotero o árbol del cacao, apreciado internacionalmente por sus valores nutricionales y su poder saborizante. Después de la tableta y la chocolatina, su formato más popular es en polvo, del que existen múltiples clases. Es lógico, por tanto, que el usuario medio dude si comprar cacao desgrasado, azucarado o natural.
Este último se distingue por el escaso procesamiento de su manteca de cacao y su gusto amargo. Se logra como resultado de la fermentación y secado del fruto del Theobroma cacao. Su precio asequible y amplia disponibilidad explican por qué es una variante tan demandada.
El cacao magro o desgrasado en polvo, por su parte, se obtiene de forma similar al anterior, con una diferencia sustancial: el porcentaje de grasa de su manteca de cacao es del ocho por ciento, la más baja del mercado y una de las más beneficiosas, con multitud de propiedades para la salud humana.
En concreto, el cacao desgrasado contiene magnesio, mineral que ha sido relacionado con la disminución del estrés. Su alto valor energético lo convierte asimismo en un superalimento para el público deportista gracias a sus aportes de hierro, calcio, fósforo o vitaminas del grupo B y E.
Además, la presencia de flavonoides en el cacao magro en polvo le confiere cualidades antioxidantes que reducen la probabilidad de contraer enfermedades cardiovasculares. Aunque no sustituye a la fruta, este tipo de cacao en polvo es un complemento excepcional.
Más allá del natural y el desgrasado, el cacao en polvo está disponible en versión azucarada, como resultado de la mezcla de sacarosa y cacao puro. Su gusto es menos amargado, pero también menos saludable.
La cascarilla de cacao en polvo, por su parte, se obtiene a partir de la molienda de la piel o cáscara de las semillas del cacaotero, de reconocidas propiedades para la salud.