Mi marido llevaba siglos hablándome de los beneficios de hacer la compra online, jactándose de que él ya no tiene que ir a ninguna tienda, que todo lo compra por internet. Pero yo siempre le decía que me dejara en paz, que yo sigo queriendo ir a la tienda y al súper, que me gusta ver lo que compro directamente, no por una pantalla. Pero todo ha cambiado con el dichoso virus y, a regañadientes, he empezado a mirar de reojo cómo lo gestiona todo mi marido por internet, tratando de aprender un poco.
Y es que a mí se me han quitado las ganas de ir a una tienda. Para empezar que no sabes lo que te espera: igual está cerrada por traspaso, confinada, en cuarentena… Si hablamos de tiendas de ropa ni siquiera sé en qué punto estamos: si se puede probar la ropa, si después de probar una prenda la tienes que comprar por haberla tocado, si luego queman la prenda o tiene que pasar también cuarentena como los libros de la biblioteca. ¡Libros en cuarentena! Todo sea para parar el virus, ¿no? Cualquier medida por ridícula, desproporcionada e irreflexiva que sea será bienvenida mientras supongo una restricción para el ciudadano que le haga tener una ilusión de seguridad contra un virus contra el que sólo puedes sentirte seguro en otro Sistema Solar.
¿Y el súper? Yo ya busco por internet donde comprar yogures central lechera asturiana y a ver si empiezo a hacer también la compra semanal online. En los supermercados todo el mundo va nervioso… o sea más que antes y con mascarilla y guantes de látex. No es un espacio muy amable que digamos. Hasta han llegado a decir por megafonía que no pasemos más tiempo del imprescindible en sus instalaciones. Vale, pues entonces haré la compra online.
Tampoco está tan mal. No le quiero dar la razón a mi marido, eso nunca, pero lo de mirar donde comprar yogures central lechera asturiana, darle a un clic y que te vengan dos cartones de leche a casa, todo sin mascarilla y sin guantes, quizás no esté tan mal.