Recuerdo la época en la que estaba en el instituto que cuando llegaba la hora del recreo siempre iba corriendo a la cafetería del instituto para que no hubiese demasiada cola para pedir un bocadillo de calamares que era baratísimo para estar tan bueno. El resto de bocadillos también estaban buenos aunque no tanto como el bocadillo de calamares. Una vez que ya lo había pedido no tardaba más de cinco minutos en terminármelo porque si tardaba más siempre venía alguno que no tenía dinero para comprarse un bocadillo a pedirte un trozo y si no eras rápido podías quedarte sin bocadillo muy rápido. En la cafetería de mi instituto tenían un buen Proveedor de poton congelado, que era lo que utilizaban para los bocadillos de calamares, y con los años me acabé enterando de que los que regentaban la cafetería de mi instituto también tenían otro bar en otra calle de mi ciudad y de ahí conocían al proveedor.
Una vez que me acababa mi rico bocadillo de calamares, ya tenía tiempo para ir a junto de mi pandilla, que siempre estaban en el mismo sitio dentro del recinto. Siempre nos poníamos bajo un árbol que disponía de un banco para poder sentarnos a hablar y a discutir nuestras cosas y como teníamos la pista de fútbol sala al lado, también criticábamos cómo jugaban otros alumnos. Criticar lo mal que jugaban al fútbol era uno de nuestros pasatiempos favoritos porque había muchos chavales de los que jugaban en los recreos que parecía que no habían visto nunca un balón. Nosotros en los recreos nunca jugábamos, preferíamos jugar cuando no íbamos a clase por cualquier motivo y la pista la teníamos a nuestra entera disposición.
Ahora que me viene a la memoria en algunos de esos recreos hemos visto una de las cosas más extrañas que he visto en mi vida. Una señora sacaba a pasear a su perro montada en su mercedes blanco, conducía con una mano y con la otra sujetaba la correa del perro por fuera del coche, ni que decir tiene que nos estuvimos riendo durante bastante tiempo que esto.