Sé que me voy a morir. Para alguien que está bien de salud puede ser un poco duro leer o escuchar algo así, pero para mí es una certeza que ha perdido casi todo su componente dramático. Claro, no fue siempre así: a mí, como a cualquiera en mi situación, supongo, me costó entender lo que me venía encima. Cuando estamos más o menos bien de salud pensamos que vamos a durar eternamente y que lo del cáncer es cosa de otros. Pero un buen día escuchas a un médico decirte que tienes cancer pancreas metastasis higado y todo cambia.
Desgraciadamente para mí y para mi familia no puedo decir que haya sido un ejemplo de superación en todo este proceso. Cuando me detectaron la enfermedad estaba demasiado avanzada y no sentí ese deseo de curarme que, al parecer, sienten otras personas en mi situación. Se me vino el mundo abajo, primero, como a todos, pero luego no sentí esa euforia luchadora que parecen sentir otros enfermos. Lo mío ha sido menos ejemplar.
Tras el primer batacazo me deprimí profundamente y pasé así bastante tiempo. Fue entonces, cuando mi médico tuvo “la conversación” conmigo. Me dijo que había visto a muchas personas en mi situación y que tenía dos opciones: luchar o dejarme ir. Me convenció para luchar una temporada, aunque tanto él como yo sabíamos que era una manera de pasar el tiempo que quedaba de la mejor forma posible.
Porque todos nos mentimos en mayor o menor medida en todas las etapas de nuestra vida. Y cuando uno tiene cancer pancreas metastasis higado también debe mentirse un poco para seguir viviendo. Pero mi tiempo se acaba y puedo mirar mi vida sin nostalgia. Este proceso solo ha durado unos meses, y sé que para mi familia ha transcurrido muy rápido, pero para mí cada día ha tenido un significado.
La muerte forma parte del ciclo de la vida y no hay que darle más vueltas. Yo ya lo acepté y pienso seguir viviendo lo máximo mientras pueda: sin luchar ni hacer alardes de héroe, pero sin esperar a que llegue la de la guadaña.